Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
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Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Jue 23 Dic 2010, 00:15
[b]HISTORIA DE LAS TIERRAS DEL ARGENTUM[u]
“Se dice que por aquel entonces...” - Frase popular
Han de ser realmente pocas las criaturas de estas tierras que saben con certeza qué hubo en un principio. Si los elfos atesoran ese secreto lo reservan muy bien, pues entre los hombres no se ha divulgado más que parcialmente y en forma de mitos y leyendas, que han pasado de generación en generación, como extraordinarios relatos de antaño. Y basándose en esas gestas populares, muchas son las páginas de los anales de Argentum que se han escrito, con el objetivo de explicar lo que fue el origen de todo lo que hoy existe.
El comienzo de estos escritos se remonta algunos cientos de años en el pasado, cuando el gran Gulfas Morgolock creó el archipiélago de islas que hoy se conoce como Argentum, y con ellas cada uno de sus lagos y ríos, valles, bosques y montañas.
Se dice que cuando terminó su obra, Morgolock, maravillado por la belleza de lo que había creado, se sintió deseoso de compartirla con otras criaturas que pudiesen apreciar semejante espectáculo, y en razón de ello creó a los humanos. Mas al parecer, anteriormente a la creación de éstos, la deidad había creado muchas otras criaturas, pero ninguna satisfizo sus deseos por completo, pues no todas resultaron ser nobles por naturaleza; y por lo tanto, a muchas de ellas decidió encerrarlas en las profundidades de la tierra, para velar así por la integridad de sus posteriores creaciones.
El Dios y el Rey.
Finalmente el día llegó en que los hombres despertaron a la vida y Morgolock se sintió realmente complacido por ello. Los amó tanto que, si bien los instruyó en lo básico, les dio una amplia libertad de actuar. Así, con el tiempo aprendieron a sembrar, construir y con la ayuda de su Creador dominaron pronto el arte del fuego. Y tanto fue que los amó que les dio prioridad sobre las criaturas menos inteligentes a las cuales había dado el soplo de vida en años tempranos -cuando sus poderes eran aun jóvenes- al punto que les permitió valerse de ellas para subsistir, enseñándoles, así, a pescar, talar y cazar.
Pasados muchos años desde que se asentaron los humanos, y como con el transcurrir del tiempo se habían tornado realmente hábiles e inteligentes, un incipiente Reino surgió al Sur de la gran isla. Y en aquel Reino erigieron un magnífico palacio, tratando de imitar las mansiones que su Padre, el gran Morgolock, había situado frente a las costas del Este.
Y aunque lejos estuvieron de lograr la majestuosidad de aquél palacio divino, con semejante obra, Gulfas confirmó que aquellas criaturas eran realmente dignas de él, y entonces tomó al Rey de los hombres (quien era respetado por su pueblo por ser el mejor entre ellos) para ilustrarlo e impartirle enseñanzas de un modo mucho más elevado. Le iba a revelar sus mayores secretos, para que luego éste se los transmitiese a sus hermanos.
Y fue así que el Rey de los hombres se sentó largo tiempo a su lado, y de él aprendió la magia antes que cualquier otro ser en estas tierras. Asimismo, por pedido del Dios, aquel Rey se comprometió públicamente a velar durante toda su vida por el bienestar de su pueblo, pues su poder traía aparejada la responsabilidad de cultivar a los demás.
Con el tiempo el Soberano era cada vez más alabado por lo poderoso que se había vuelto, pero a medida que más aprendía, con mayor frecuencia se presentaba en su mente la idea de que los demás hombres estaban lejos de ser lo que él era, llegando, incluso, a dudar de que aquéllos merecieran aprender lo que él sabía, pues pensaba que “el pueblo sólo necesitaba un buen rey y eso ya lo tenía”.
A la vez, en su corazón otro sentimiento comenzó a acrecentarse… el más cruento y terrible de los pecados: la envidia. Envidia que comenzaba a sentir por su mentor Morgolock, quien todavía era notablemente más poderoso que su discípulo.
Y con ese pensamiento rondando en su cabeza, desarrolló con el tiempo una idea que cada día se tornaba más espantosa. Llegada la ocasión en que se creyó listo para intentar el desafío a su mecenas, usó su magia para escabullirse entre los hombres y sin ser visto provocó en las afueras de palacio un gran fuego. Esto alertó a Morgolock quien pronto se dirigió allí e hizo uso de sus poderes para aplacar las llamas.
Entonces, el Rey, surgiendo de entre sus fieles, desafió al creador diciéndole: "-¡Oh, gran Morgolock a quien todo debemos! ¿Qué sería de nosotros –simples humanos– sin tu guía? Pero temo por lo que podría pasar si algún día, tú no estuvieras, o si en lugar de un solo foco de fuego hubiese cientos de ellos. Tú solo eres uno, y tu poder no puede igualarse.”
Morgolock sintió curiosidad por conocer más a fondo aquel planteo del Rey, pues nunca lo había oído hablar de tal modo. Así que le pidió que se explayara sobre su planteo, por lo cual éste –que estaba esperando esa reacción del demiurgo- prosiguió: “-¡Si tan sólo hubiera una manera de poder ayudarte yo lo haría! Pero para tal fin necesitaría de tu poder. Crea, pues, un árbol más glorioso que todos los otros, y pon en él tu poder. Que florezca y dé frutos y en cada uno de ellos pon tu esencia misma. Mientras comamos de él, el poder que has puesto volverá a nosotros una y otra vez, así como nos regresan las fuerzas físicas al comer del fruto de los demás árboles. Y si acaso un día necesitáramos de tus poderes y no estuvieses tú para protegernos, yo me comprometo a comer de él para así poder ayudar y velar por el bien y el cuidado de todos los hombres y mujeres que habitan estas tierras.”
Por primera vez en su vida, Morgolock pudo percibir la envidia en el corazón de uno de sus hijos, pero a pesar de su triste descubrimiento, no quiso mostrar sorpresa o indignación alguna frente a sus criaturas. Y por ello, algunos entre los hombres afirman que en aquel momento Morgolock fue engañado... Pero los más sabios aseguran que si bien Morgolock no quiso oponerse al libre albedrío que les había sido otorgado como don, tampoco quiso, en su profunda tristeza e indignación, descubrir el velo que yacía sobre la profunda decepción que sintió de los hombres, y así ver hasta que limites podían llegar sus creaciones. No obstante, descubrió, en su mera piedad, la voluntad en ese momento y por siempre de guiar y ayudar con todo su espíritu esta batalla que los hombres llevarían inscriptos en sí para con sí mismos.
El “Árbol Blanco”.
Poco tiempo después, en los vastos jardines de su Palacio, plantó Morgolock un árbol único al cual llamó “Árbol Blanco”, más grande y bello que cualquier otro, que creció fuerte y velozmente. Y en él depositó su poder y él mismo se alimentó de sus frutos durante un largo tiempo, lo que parecía volverlo cada vez más poderoso. Pero al Rey no le importaba esto, pues era a él a quien Morgolock le había encomendado el cuidado del poderoso árbol, y sabía que en algún momento iba a poder usufructuarlo en su beneficio.
Hasta que finalmente un día, el Rey vio la oportunidad de consumar su plan, y mientras Morgolock se encontraba ausente se dirigió a los jardines y comió del “Árbol Blanco” cada uno de sus frutos hasta hartarse, obteniendo de esta forma el poder que tanto anhelaba. Y así el poderío del gran Morgolock recorrió sus venas de espesa sangre traidora, hasta alcanzar cada rincón de su cuerpo. Pero junto con este nuevo poder, también una incipiente maldad crecía en su interior de manera acelerada… Muchas veces el poder es el mejor nutriente para el pecado.
En poco tiempo su cuerpo se transformó en un reflejo de aquella vileza. Su rostro se desfiguró, su ira podía verse en sus terribles ojos, y en su cabeza dos brutales cuernos surgieron amenazantes; su piel se volvió de un rojo incandescente como el fuego y vivo, como la sangre misma; su cuerpo creció hasta alcanzar casi 30 pies de altura, y de su espalda surgieron dos espantosas alas.
“Demonio” fue el primer nombre que los hombres le dieron a este nuevo y poderoso ser que se enfrentaba abiertamente con sus dioses; pues nadie podía reconocer en él al ser humano que alguna vez supo ser su probo Rey.
A medida que se acrecentaba su fama recibió nuevos apodos o calificativos, que siempre denotaban la maldad del mismo, y así, lo llamaron también: “Señor Oscuro”, “Amo de las tinieblas”, “El traidor” y “El Vil”. Pero él también se dio a sí mismo un nuevo nombre, aunque éste nunca fue pronunciado por los hombres, quienes aún temen hacerlo.
Sacrílega vanidad.
Sin embargo, a pesar de todo el poder que había adquirido, rápidamente notó que carecía de ciertas facultades esenciales que poseía Gulfas Morgolock. Y una de estas facultades, y quizás la que más envidiaba de su mentor, era la de poder crear vida. Pues así como un hijo no puede engañar a un padre, ni un alumno a un maestro, y si bien Gulfas puso mucho poder en aquel árbol, supo guardar muy bien algunas de sus cualidades más importantes; y entonces el otrora Rey, sintiéndose engañado, lo odió aun más.
Desesperado frente al descubrimiento de esa inferioridad, y en su fiebre de poder, creyendo que con su astucia podría contrarrestar la desigualdad de poderes, fue al encuentro del gran Morgolock, dejando atrás todo buen pensamiento y dispuesto ya a enfrentarlo abiertamente en combate particular, para de ese modo ser el único señor y amo de toda la creación.
Una calurosa tarde de verano, el antiguo monarca, repleto de furia y maldad, se presentó ante su mentor, en las puertas mismas de su palacio y lo desafió públicamente a un enfrentamiento individual. La deidad quiso rehusar el reto e intentó una conciliación a través del diálogo, invitando a su oponente a su recinto para zanjar las diferencias. Pero el Demonio, indignado, comenzó el ataque con una violenta descarga de conjuros, cuyos destellos se pudieron divisar a varios kilómetros del lugar.
Pronto quedó en evidencia que no fue cauto el actuar del Señor Oscuro. Resultó fácil para el poderoso Gulfas repeler los fervientes ataques de su agresor. Mas sin perjuicio de ello, a pesar de lo breve de la contienda, fue tan intenso el combate que pocos de los presentes pudieron quedarse a ver el desenlace de la lucha, sin sufrir las consecuencias funestas de tanto poder mágico en pugna. Al terminar el duelo, pocos eran los testigos de la contundente victoria del demiurgo.
Y fue sólo gracias a la piedad del bondadoso Dios, y a la pena inconmensurable que le produjo ver en qué se había convertido su otrora criatura más virtuosa, que el Demonio aquella tarde pudo huir con vida del campo de batalla.
La venganza del Demonio.
Lejos de servirle como lección de humildad y sumisión, aquella derrota alimentó el odio y la sed de revancha de aquel devenido Demonio. Por lo que durante largos años planeó una nueva estrategia para poder culminar sus planes de aniquilar al gran Morgolock.
Pero esta vez, la experiencia vivida lo llevó a no caer en el mismo error de subestimar al Creador, y se valió de su creciente sagacidad para obrar con mayor cuidado y prudencia. Y así, cambiando –a través de sus malignos poderes- su horrenda apariencia, se apareció como un simple aldeano por las ciudades. Y de ese modo, evitando la aguda vista de Morgolock, quien vigilaba atentamente las ciudades tratando de encontrarlo, anduvo entre los hombres, y con mentiras y engaños tergiversó las historias y sembró desconfianza y rencor entre aquéllos, y a la vez logró desparramar la más terrible calumnia sobre su antiguo maestro, a quien acusó de haber asesinado al Rey de los hombres, consecuencia de los celos que sentía por aquellas criaturas (los humanos) que se perfeccionaban día a día.
Y no sólo ello, sino que esporádicamente, recobraba su apariencia de Demonio y asolaba a los humanos, y luego, volviendo a su disfraz mundano, cuestionaba la falta de protección del “gran Morgolock”, que permitía aquellos violentos ataques.
La cizaña sembrada por el despechado Demonio, lentamente fue dando sus pérfidos frutos, y muchos de los hombres de aquel entonces comenzaron a renegar a viva voz de su Dios. Sin embargo, otros tantos permanecieron fieles a su bienhechor, pero atento el tono agresivo que iba tomando aquella división, comprendieron que se aproximaban tiempos muy duros para aquellas tierras.
La diáspora dolorosa.
Triste entre los días fue aquel en que los partidarios del gran Morgolock, se vieron obligados a partir hacia las tierras del Norte.
Los infieles que el Demonio y su maldad habían atraído, exultados por su nuevo líder y cegados por una febril sed de sangre, cruzaron un límite sin retorno cuando tomaron brutalmente la vida de otros hombres, argumentando la defensa de supuestos ideales. Los que antes eran debates acalorados en tabernas y callejones de aldeas, pero mantenidos siempre dentro de una órbita de paz, dieron paso a una insensata masacre que tiñó de grana aquellos pacíficos caseríos.
Nadie olvidará jamás ese oscuro día en que comenzó aquel doliente éxodo. El mismo Morgolock debió organizar la peregrinación hacia tierras lejanas, una fría mañana de invierno.
Antes de que despuntara el alba, cobijados por la oscuridad, un contingente de millares de personas tomó los caminos inexplorados que confluían hacia el Norte. Los rostros eran de tristeza y dolor, y el silencio era ensordecedor.
A pesar de su estrepitoso triunfo, los planes del Demonio estaban lejos de concluir. Sin dudas no se detendría hasta destruir por completo a su adversario y a sus obstinados seguidores.
Y en aras de continuar con su trabajo, utilizó el poder –que poco a poco controlaba con más destreza– para quebrar los sellos que en otro tiempo Morgolock había creado, liberando, así, de las profundidades a peligrosas bestias, las que sometió a sus designios con facilidad. Fue por ese entonces que las tierras de Argentum se volvieron realmente hostiles a los hombres, y ya nadie que no estuviera dispuesto a enfrentarlas, abandonaba su hogar sin temor.
Con una verdadera legión a su servicio, el Demonio vio que era momento oportuno de declarar abiertamente la guerra contra todo aquél que no estuviese dispuesto a servirle, y mandó a derrumbar el altar que en otro tiempo se alzaba glorioso en el palacio de los hombres; y construyó allí un trono, imponente como aquel que ocupaba Morgolock en las tierras del Este.
La cavilación de un Dios y la isla de los elfos.
Mucho tiempo meditó Morgolock sobre lo sucedido con el “Árbol Blanco”, permaneciendo, en razón de ello, ausente ante los males que se desataban entre sus criaturas, pero al cabo de este tiempo supo finalmente cómo actuar.
Los más sabios aseguran que sintió la necesidad de enmendar su error, y que para ello decidió crear a los elfos, una nueva raza, aun más perfecta que los hombres mismos, e inmune al paso de los años y a la enfermedad, y les pidió a éstos que instruyeran a los hombres fieles de entonces en el arte de la magia y en el uso del arco y la espada.
A su vez, tomó un retoño del agonizante “Árbol Blanco” y lo plantó en una lejana isla, fuera del alcance del Demonio y al cuidado de los siempre vigilantes elfos, quienes sentaron allí su morada. Y fue así que nunca más huella alguna mancilló la tierra donde aquella poderosa planta crecía alta como su creador, ni nadie volvió a ser receptor del poder de Morgolock por su intermedio.
En cuanto a aquella isla, pocos hombres la han hallado por cuenta propia, y lo poco que se sabe de ella proviene de difusos relatos de aquellos quienes con la ayuda de los elfos han visitado el mágico lugar, pues un poderoso hado pende sobre sus costas y no hay tripulación mortal capaz de alcanzarla.
Los preparativos de la batalla.
Morgolock, viendo el gran despliegue de ejércitos que promovía el Demonio, entendió que una guerra era inminente, como también que sus seguidores no estaban listos para afrontarla, pues el tiempo apremiaba y mucho de lo que precisaba hacerse no estaba aún listo. Fue entonces que decidió despertar a los enanos… hijos de la tierra misma. Criaturas de pequeña estatura pero de físico robusto, que gracias a su organizada actividad eran capaces de horadar las montañas y dar forma a la piedra como ningún otro ser sobre la tierra.
Una vez que los enanos emergieron de su prolongado sueño, el buen Dios les encomendó construir armas y armaduras, cascos y escudos, y les pidió también que levantasen un fuerte en las tierras del Norte, pues las aldeas de los hombres no eran bastión lo suficientemente fuerte como para soportar los virulentos azotes que el Demonio podía asestar.
Pero esto último no pudo culminarse, porque antes de que los enanos terminasen su obra, el mal acechó nuevamente y Morgolock debió refugiar a todos los suyos tras los muros de su palacio, en las fértiles tierras del Este.
Previo a ello, el Demonio terminaría de consumar su vigoroso ejército, al pactar una alianza con los elfos oscuros. Estos poderosos seres, cuyo espíritu belicoso era tan fuerte como su ambición de poder, hicieron sentir al Señor de las Tinieblas, lo suficientemente fuerte como para atacar finalmente a Morgolock, en lo que él entendía iba a ser la batalla final, que definiría, de una vez por todas, quién sería el único e indiscutido señor de todas las tierras.
El sacrificio de la guerra.
Las fuerzas del gran Morgolock no estaban aún completamente agrupadas, cuando ante las puertas del gran Palacio nuevamente se presentó desafiante el Demonio, sólo que esta vez acompañado por sus terribles hordas. El más gigantesco ejército jamás reunido, compuesto no sólo por varios millares de hombres y enanos (unos seducidos por el poder y otros atrapados en su propia avaricia) y los temibles Drows o elfos oscuros, que atemorizaban por su solo aspecto maligno, sino que también estaban, entre aquella terrible hueste, las horrendas criaturas rescatadas por el villano de los cadalsos subterráneos impuestos antiguamente por el buen demiurgo. La imagen que mostraba aquella oscura legión, era de verdad aterradora.
Pero los humanos fieles estaban allí para hacer frente a aquel batallón maligno. Los más valientes guerreros que habían permanecido al amparo de Gulfas, se encontraban reunidos frente al Palacio, dispuestos a dar la vida si fuese necesario para evitar que el maligno derrotase a su Dios y tomase el poder en sus tierras.
Y no estaban solos… junto a ellos se agrupaban los más feroces guerreros que la raza enana había engendrado, y aquellos valientes enanos –que amaban crear pero no así atesorar– también estaban dispuestos a derramar su espesa sangre para mantener el orden y la paz en la tierra.
Estas pequeñas criaturas, unidos y en formación de batalla, miraban con sorna y entre medio de risotadas a las huestes demoníacas, pues era tan grande su orgullo y su altanería, que hasta en aquellas situaciones tan dramáticas se mofaban de sus contrincantes.
Eso sí, faltaban llegar las tropas de los elfos, que se sabía estaban en camino, mas todavía no aparecían por aquella región… y esto preocupaba enormemente no sólo al ejército del bien, sino también al mismo Morgolock.
El poder del Demonio era evidente que había crecido en enorme medida, y eso se reflejaba en sus tropas, que se mostraban seguras de su superioridad, haciendo caso omiso a las insolentes provocaciones de los enanos.
De entre medio de las tropas oscuras, apareció, magnificado en un gran carruaje, el Demonio; quien lentamente y con gesto triunfal se adelantó hasta el centro del terreno que separaba las tropas, y exultó a Morgolock a que se rinda y entregue, para evitar de ese modo una masacre innecesaria.
Por su parte, Morgolock, que veía que los elfos no iban a llegar a tiempo para evitar una cruenta derrota, caviló ante la propuesta de su adversario, pensando que quizás no hiciese falta sacrificar tantas vidas… Pero no tuvo tiempo a reaccionar cuando un hacha salió violentamente despedida –desde el sector donde estaban la cuadrillas de elite de las tropas enanas– en dirección al mismísimo Demonio, que de no ser por la oportuna intervención de uno de sus lanceros (quien desvió la trayectoria del hacha de un lanzazo) hubiese sido despedazado por aquel improvisado proyectil.
Esta provocación irreverente no sólo fastidió al Demonio, sino que también en cierta medida lo atemorizó, motivo por el cual, sin pensarlo, con un desgarrador alarido gutural, dio la orden de ataque.
Como una gigante bestia reptante que de pronto se despierta, las hordas del mal comenzaron su despliegue asolador... La batalla había comenzado.
Todo era estruendo, grito, polvo, sangre y rechinar de espadas. Los magos lanzaban sus más terribles conjuros y los guerreros avanzaban violentamente con sus gigantescas armas hacia ellos para evitar sus sortilegios. Los druidas utilizaban nerviosamente sus secretos para provocar bajas enemigas. Los paladines guerreaban santamente entre medio de plegarias fervientes. Los bardos entonaban canciones de guerra que fortalecían el espíritu de las tropas, mientras blandían sus armas ferozmente.
A pesar de la increíble valentía de las tropas del bondadoso Morgolock, rápidamente las huestes demoníacas se mostraron mejor posicionadas en el combate, y comenzaron a hacer verdadero daño en las filas de sus contrincantes. Decenas de valientes enanos –quienes habían tomado, rápida y deliberadamente, las primeras líneas del combate– sucumbían frente al enemigo.
Pronto el palacio de Morgolock fue tomado por el enemigo, y sus altas torres y amplios salones, quedaron destruidos casi por completo. Con tanta violencia arrasaba la horda demoníaca, que hasta la fértil tierra que allí había se tornó, en cuestión de segundos, estéril y árida… Tanto, que mucha de ella, tiempo después, quedaría directamente sumergida bajo las aguas, por la dura presión sufrida.
El mal estaba a escasos minutos de una victoria avasallante. Por más aguerridos que fuesen y por más bien que combatiesen, las tropas de Gulfas no podrían resistir mucho tiempo más.
Pero de pronto, el cielo se ensombreció sobre las filas del Demonio… miles de flechas comenzaron a llover sobre las sorprendidas tropas de retaguardia, que estaban más distraídas festejando la inminente victoria que atentas al combate que todavía se sucedía con bravura en el frente de batalla. Los elfos habían llegado.
El ataque élfico por la retaguardia fue tan veloz y contundente, que pronto reinó el desconcierto en las filas oscuras, lo cual provocó una resurrección anímica en las tropas leales a Morgolock, que todavía resistían valientemente en el frente. Éstas, reanimadas, comenzaron a hacer retroceder a sus contrincantes. El rumbo de la contienda parecía repentinamente virar…
Esto enfureció tanto al Demonio, que decidió tomar cartas personalmente en el asunto. Se le escuchó lanzar un feroz rugido y al segundo se había transfigurado, creciendo de tamaño notablemente y adquiriendo un aspecto aterrador. Comenzó a atacar a las tropas rivales vehementemente; con violentos golpes de su espada hacía volar una veintena de guerreros, y con los inauditos conjuros que lanzaba derribaba formaciones enteras.
Nuevamente la balanza se inclinaba para el lado de las huestes del Demonio. Pero Morgolock no podía permitir eso, y fue así que tomó una dura decisión. Utilizando todo su poder, abandonó su forma física, y transformado en un espectro resplandeciente atacó directamente al demonio con una brutalidad y un poderío jamás vistos.
Y de ese modo, logró en un instante derrotar y confinar al Demonio más allá del tiempo y el espacio.
Fue aquélla la última vez que un ojo mortal pudo ver al gran Gulfas Morgolock, y es por eso que los hombres nunca han sabido entender completamente el desenlace final de aquella cruenta batalla. Sin embargo, su sacrificio no fue en vano, ya que el Demonio quedó encerrado en la oscuridad del averno, donde sólo sus más poderosos sirvientes pueden entrar o salir, y largo tiempo pasó hasta que éstos lograran hallarlo.
El comienzo de un nuevo mundo.
Si bien la batalla terminó en victoria para los fieles, el precio a pagar fue más alto de lo que éstos hubieran imaginado. Muchos seguidores del Demonio huyeron y se refugiaron al Sur, terminando de corromper por siempre la primer morada de los hombres. Las criaturas que el demonio había liberado, ya fuera de la influencia de su oscuro amo, moraron según su voluntad y se multiplicaron por las tierras del Argentum, aunque muchas de ellas regresaron a sus antiguos recintos subterráneos (que el creador antaño había construido para retenerlas) y se aferraron a ellos para no salir nunca más.
Los fieles entre los hombres partieron al Norte, lejos de todo aquello que les hiciera recordar la cruenta batalla acaecida y a quienes habían perdido en ella. Pero concientes de que el mal no les daría descanso por mucho tiempo, continuaron los trabajos que Morgolock y los enanos habían comenzado, y un lujoso palacio, de anchos muros, surgiría en el Norte, para oponerse a las oscuras fuerzas que se proliferaban al Sur.
Los enanos, por su parte, decidieron regresar a sus vidas, lejos de las batallas de los hombres. Varias fueron las montañas, hermosas a sus ojos, donde decidieron construir sus recintos. Y evitando la llegada de visitantes indeseados, cavaron profundas y amplias cuevas donde vivirían durante años sin la necesidad de salir al exterior. Con reforzados portales, los enanos olvidaron por mucho tiempo los problemas del mundo y se dedicaron a explorar los secretos que las tierras de Argentum guardan bajo su superficie.
Con la partida de Morgolock los elfos abandonaron la gran isla y se retiraron para cumplir la misión más importante que aquél les había encomendado, proteger el retoño de su árbol, que aún crecía inmaculado y lejos de oscuras manos.
Los elfos oscuros, sobrevivientes de la batalla, regresaron al fondo de sus moradas subterráneas, donde continuaron sus estudios en artes extrañas, aumentando su poder y masticando un odio que aún los tiene alertas en la búsqueda de una venganza. Los drows que todavía vagan por las tierras, es el día de hoy que tienen que afrontar un difícil camino, pues aquéllos que han querido redimirse, han tenido que enfrentar culpas y prejuicios, y pocos son los que no los discriminan, olvidando los viejos rencores.
Sin embargo, éstas no son las únicas criaturas que han poblado las tierras de Argentum desde aquel entonces, porque varios años después de aquella batalla, una nueva raza surgió y comenzó a poblar la gran isla, sin que nadie en su momento haya podido comprender bien cómo ni cuándo aparecieron.
Estamos hablando de los gnomos… Pequeñas criaturas, cuyas primeras aldeas que se les conocieron se encontraron en las tierras donde una vez estuvieron los bastos jardines de Morgolock. Desde cuándo habitan allí nadie lo sabe, y los gnomos mismos jamás han sido claros para explicarlo. Y lo poco que se conoce de estas pícaras e intrépidas criaturas es su habilidad para la magia, la cual aprenden a dominar con una sorprendente facilidad. Tanto, que muchos creen que de alguna manera la arcana magia de Morgolock vive aún en estas encantadas criaturas.
Epílogo. La versión élfica.
Los elfos saben mucho de lo que es y lo que fue, pues son fríos a la hora de pensar o juzgar lo que ante ellos sucede y jamás olvidan algo que sus ojos han visto. Pocas veces han hablado a los hombres sobre las verdades del mundo, pues no malgastan sus palabras con aquellos que no desean oír.
Sin embargo, saben que gran parte de la historia que los humanos cuentan es producto de la fábula y el desconocimiento. Aunque durante mucho tiempo han mantenido el silencio al escucharlas, ya sea para evitar discusiones que presumen inútiles, como así también para no revelar secretos que no deben ser profanados.
Los sabios entre los elfos, han registrado con certeza los acontecimientos del mundo y han sabido guardar bien sus escritos a través de los siglos, evitando que cayeran en malas manos.
Se dice en éstos, que no fue Morgolock quien creó a los humanos, sino que simplemente acudió a las tierras de Argentum –a la que los elfos llaman “Tyëlendor”– con la intención de preparar todo para la llegada de los hombres, deseoso de estar presente en la hora en que éstos despertasen, pues era una raza a la que las antiguas profecías le daban un papel predominante.
Antes de la llegada de los hombres, muchas de las criaturas que habitaban en la isla eran salvajes, y Morgolock temió que en este inhóspito ambiente los primeros hombres –indefensos aún– encontraran la muerte ante tanto peligro. Por lo cual, construyó mansiones bajo la tierra, y las aisló allí para proteger la ansiada llegada de los hombres.
Tampoco los elfos se consideran, ellos mismos, obra de Morgolock, pues mucho tiempo llevaban en el mundo, incluso mucho antes de que los humanos vieran la luz del día.
Según cuentan, arribaron en sus hermosas naves a las costas de Argentum en el momento adecuado… Si respondían al llamado de Morgolock o la tierra misma los guió a donde se los necesitaba, es un secreto que ellos no han revelado aún.
Muchas veces los humanos han hablado de cómo Morgolock creó a los audaces enanos, pero entre los elfos otros son los relatos que se cuentan al respecto. Para ellos, el padre de la raza enana no es otro que el hábil “Moradin”, a quienes algunos llaman “Mahal”, amo y señor de la forja; y quien en un lejano pasado los habría sumido en un largo letargo, a la espera de la hora adecuada para ser despertados.
Si fue la intención de Morgolock hacerlo, quitándolos así de su somnolencia, no es algo que haya sido aclarado. Pues mientras unos piensan que esto fue así, otros creen que en realidad fueron los temblores que sobrevinieron a su pelea con el Demonio, lo que realmente los trajo en sí nuevamente.
De ser así, al parecer, algunos de los enanos han perdonado que los estruendos de aquella primera batalla entre Gulfas y el Demonio, los haya despertado antes de la hora que su padre les había designado, y que además los obligaran a enfrentar un enemigo que no les correspondía.
Pero otros han hecho de esto un verdadero resentimiento, y piensan que de no haber sido así, ellos hubiesen despertado en una época maravillosa, donde sólo deberían usar sus mazas para trabajar la piedra, en lugar de arriesgar sus vidas en demenciales batallas.
Se narra también, en estos sabios escritos, que en realidad Morgolock no permitió la traición del Rey de los hombres por vanidad o negligencia, sino porque así estaba escrito y porque además sintió la curiosidad de poner a prueba a los hombres y ver de qué eran capaces ante tal situación.
Aseguran que las intenciones de Morgolock siempre habían sido nobles, pues tan sólo deseaba iluminar a los hombres y enseñarles acerca del mundo que los rodeaba, pero que descubrió tarde que algunas cosas sólo responden a los designios del más alto… un Dios supremo, a quien los elfos muchas veces nombran, el padre de todos. Asimismo aseveran, que también descubrió que no sólo trajo a los hombres la luz del conocimiento, sino que sin saberlo les hizo a la vez un daño, dándoles la oportunidad de despertar el temor y la envidia, padres de males mayores.
Sin embargo, aunque los hombres piensan que Morgolock los abandonó, los elfos saben que realizó su gran sacrificio para resarcir en cierto modo su error, y aunque su forma física no sea visible, su espíritu aún está presente en las tierras del Argentum y es la fuerza que confina al Demonio en su oscura prisión.
Anales de los Elfos Oscuros.
Otro de los misterios, que aparentemente encuentra una respuesta –diferente a la que circula entre los humanos– en las bibliotecas secretas de los elfos, es el de la aparición de los elfos oscuros.
Allí se dice que de la perfección de su raza se dio a luz a una nueva no tan perfecta. Y que ello sucedió en tiempos remotos, cuando los elfos comenzaron a practicar nuevas magias que parecían revolucionar el arte legendario. Estas nuevas magias eran superiores a todo poder conocido hasta entonces por los elfos, y comenzaron a aparecer elfos mágicos, que rendían culto a una nueva Diosa, quien pedía a sus seguidores extraños ritos y sacrificios.
Aunque con el tiempo esta magia fue declarada maligna y destructiva por los mismos elfos, algunos enceguecidos por su poder siguieron practicándola, creando de este modo rencor y enemistad en el apacible pueblo. Aquellos elfos quienes practicaron esta magia fueron finalmente perseguidos y desterrados. Expulsados de los bosques en donde habían habitado durante toda su existencia, emprendieron un largo viaje hacia las tierras del Este, ubicándose en unas oscuras cuevas que se habían formado misteriosamente en el interior de unos islotes lejanos.
Estos elfos centraron su poder en la ira y el rencor hacia sus antiguos hermanos, su expulsión mucho tuvo que ver, y su poder se acrecentó mediante cultos y ofrendas hacia su nueva Diosa, a quien cada vez seguían con más devoción.
Fue sólo cuestión de tiempo para que el Demonio encontrase a este pueblo desterrado y utilizase aquel resentimiento que cobijaban, en su propio beneficio. Aunque en un principio el pueblo se mostró reacio a obedecer al Demonio, fue su siniestra Diosa quien, traicionando a sus súbditos, terminó de forjar la alianza demoníaca, pactando con el Señor Oscuro, una serie de favores que luego de la victoria éste debería concederle, para aumentar el número de sus seguidores.
El Demonio, vil y austero en palabras, prometió a estos elfos mayor poder en sus conjuros, mayor fuerza en su intelecto, y también proclamó guerras y maldiciones para con los elfos de los bosques.
Utilizando su oscuro poder, el Demonio poco a poco corrompió a los elfos desterrados. Y finalmente, para lograr atarlos a su voluntad, hizo beber a cada uno de ellos de su sangre. Y fue entonces que en esos elfos se produjeron muchos cambios, porque a medida que su corazón se ennegrecía, con él también se ennegrecía su piel, se aclaraban sus cabellos y se encendían sus ojos. La ira que llevaban dentro, potenciada por este diabólico pacto de sangre, los hizo notoriamente más fuertes, pero a la vez enturbió sus mentes y se volvieron menos sagaces de lo que una vez fueron. “Drows” fue el nombre que el Demonio le dio a esta nueva raza, pero muchos les llamaron “elfos oscuros”.
Sin embargo, no todos los elfos oscuros se sometieron a este humillante pacto fraguado en maldad. Alzados en una violenta rebelión, contra la Diosa y su nuevo aliado siniestro, que fue liderada por "Calyrr" (un valiente elfo oscuro, quien arrepentido de sus actos de antaño decidió revertir la situación), una gran cantidad de Drows lograron huir de su pueblo, y escapar hacia la agreste libertad de lejanos bosques inhabitados, en los cuales se establecieron pacíficamente y todavía hoy se los puede ver transitar callados, sombríos y valientes.
"Ten viajero, ahora ya sabes de los comienzos de Argentum, acepta este ropaje, estas bebidas y manzanas. Ahora toma tus cosas y emprende viaje, un nuevo mundo está aguardándote, hazte de amigos y ¡Ten cuidado!, vive una nueva gran aventura en las fantásticas tierras de este mundo, al cual llaman ARGENTUM."
“Se dice que por aquel entonces...” - Frase popular
Han de ser realmente pocas las criaturas de estas tierras que saben con certeza qué hubo en un principio. Si los elfos atesoran ese secreto lo reservan muy bien, pues entre los hombres no se ha divulgado más que parcialmente y en forma de mitos y leyendas, que han pasado de generación en generación, como extraordinarios relatos de antaño. Y basándose en esas gestas populares, muchas son las páginas de los anales de Argentum que se han escrito, con el objetivo de explicar lo que fue el origen de todo lo que hoy existe.
El comienzo de estos escritos se remonta algunos cientos de años en el pasado, cuando el gran Gulfas Morgolock creó el archipiélago de islas que hoy se conoce como Argentum, y con ellas cada uno de sus lagos y ríos, valles, bosques y montañas.
Se dice que cuando terminó su obra, Morgolock, maravillado por la belleza de lo que había creado, se sintió deseoso de compartirla con otras criaturas que pudiesen apreciar semejante espectáculo, y en razón de ello creó a los humanos. Mas al parecer, anteriormente a la creación de éstos, la deidad había creado muchas otras criaturas, pero ninguna satisfizo sus deseos por completo, pues no todas resultaron ser nobles por naturaleza; y por lo tanto, a muchas de ellas decidió encerrarlas en las profundidades de la tierra, para velar así por la integridad de sus posteriores creaciones.
El Dios y el Rey.
Finalmente el día llegó en que los hombres despertaron a la vida y Morgolock se sintió realmente complacido por ello. Los amó tanto que, si bien los instruyó en lo básico, les dio una amplia libertad de actuar. Así, con el tiempo aprendieron a sembrar, construir y con la ayuda de su Creador dominaron pronto el arte del fuego. Y tanto fue que los amó que les dio prioridad sobre las criaturas menos inteligentes a las cuales había dado el soplo de vida en años tempranos -cuando sus poderes eran aun jóvenes- al punto que les permitió valerse de ellas para subsistir, enseñándoles, así, a pescar, talar y cazar.
Pasados muchos años desde que se asentaron los humanos, y como con el transcurrir del tiempo se habían tornado realmente hábiles e inteligentes, un incipiente Reino surgió al Sur de la gran isla. Y en aquel Reino erigieron un magnífico palacio, tratando de imitar las mansiones que su Padre, el gran Morgolock, había situado frente a las costas del Este.
Y aunque lejos estuvieron de lograr la majestuosidad de aquél palacio divino, con semejante obra, Gulfas confirmó que aquellas criaturas eran realmente dignas de él, y entonces tomó al Rey de los hombres (quien era respetado por su pueblo por ser el mejor entre ellos) para ilustrarlo e impartirle enseñanzas de un modo mucho más elevado. Le iba a revelar sus mayores secretos, para que luego éste se los transmitiese a sus hermanos.
Y fue así que el Rey de los hombres se sentó largo tiempo a su lado, y de él aprendió la magia antes que cualquier otro ser en estas tierras. Asimismo, por pedido del Dios, aquel Rey se comprometió públicamente a velar durante toda su vida por el bienestar de su pueblo, pues su poder traía aparejada la responsabilidad de cultivar a los demás.
Con el tiempo el Soberano era cada vez más alabado por lo poderoso que se había vuelto, pero a medida que más aprendía, con mayor frecuencia se presentaba en su mente la idea de que los demás hombres estaban lejos de ser lo que él era, llegando, incluso, a dudar de que aquéllos merecieran aprender lo que él sabía, pues pensaba que “el pueblo sólo necesitaba un buen rey y eso ya lo tenía”.
A la vez, en su corazón otro sentimiento comenzó a acrecentarse… el más cruento y terrible de los pecados: la envidia. Envidia que comenzaba a sentir por su mentor Morgolock, quien todavía era notablemente más poderoso que su discípulo.
Y con ese pensamiento rondando en su cabeza, desarrolló con el tiempo una idea que cada día se tornaba más espantosa. Llegada la ocasión en que se creyó listo para intentar el desafío a su mecenas, usó su magia para escabullirse entre los hombres y sin ser visto provocó en las afueras de palacio un gran fuego. Esto alertó a Morgolock quien pronto se dirigió allí e hizo uso de sus poderes para aplacar las llamas.
Entonces, el Rey, surgiendo de entre sus fieles, desafió al creador diciéndole: "-¡Oh, gran Morgolock a quien todo debemos! ¿Qué sería de nosotros –simples humanos– sin tu guía? Pero temo por lo que podría pasar si algún día, tú no estuvieras, o si en lugar de un solo foco de fuego hubiese cientos de ellos. Tú solo eres uno, y tu poder no puede igualarse.”
Morgolock sintió curiosidad por conocer más a fondo aquel planteo del Rey, pues nunca lo había oído hablar de tal modo. Así que le pidió que se explayara sobre su planteo, por lo cual éste –que estaba esperando esa reacción del demiurgo- prosiguió: “-¡Si tan sólo hubiera una manera de poder ayudarte yo lo haría! Pero para tal fin necesitaría de tu poder. Crea, pues, un árbol más glorioso que todos los otros, y pon en él tu poder. Que florezca y dé frutos y en cada uno de ellos pon tu esencia misma. Mientras comamos de él, el poder que has puesto volverá a nosotros una y otra vez, así como nos regresan las fuerzas físicas al comer del fruto de los demás árboles. Y si acaso un día necesitáramos de tus poderes y no estuvieses tú para protegernos, yo me comprometo a comer de él para así poder ayudar y velar por el bien y el cuidado de todos los hombres y mujeres que habitan estas tierras.”
Por primera vez en su vida, Morgolock pudo percibir la envidia en el corazón de uno de sus hijos, pero a pesar de su triste descubrimiento, no quiso mostrar sorpresa o indignación alguna frente a sus criaturas. Y por ello, algunos entre los hombres afirman que en aquel momento Morgolock fue engañado... Pero los más sabios aseguran que si bien Morgolock no quiso oponerse al libre albedrío que les había sido otorgado como don, tampoco quiso, en su profunda tristeza e indignación, descubrir el velo que yacía sobre la profunda decepción que sintió de los hombres, y así ver hasta que limites podían llegar sus creaciones. No obstante, descubrió, en su mera piedad, la voluntad en ese momento y por siempre de guiar y ayudar con todo su espíritu esta batalla que los hombres llevarían inscriptos en sí para con sí mismos.
El “Árbol Blanco”.
Poco tiempo después, en los vastos jardines de su Palacio, plantó Morgolock un árbol único al cual llamó “Árbol Blanco”, más grande y bello que cualquier otro, que creció fuerte y velozmente. Y en él depositó su poder y él mismo se alimentó de sus frutos durante un largo tiempo, lo que parecía volverlo cada vez más poderoso. Pero al Rey no le importaba esto, pues era a él a quien Morgolock le había encomendado el cuidado del poderoso árbol, y sabía que en algún momento iba a poder usufructuarlo en su beneficio.
Hasta que finalmente un día, el Rey vio la oportunidad de consumar su plan, y mientras Morgolock se encontraba ausente se dirigió a los jardines y comió del “Árbol Blanco” cada uno de sus frutos hasta hartarse, obteniendo de esta forma el poder que tanto anhelaba. Y así el poderío del gran Morgolock recorrió sus venas de espesa sangre traidora, hasta alcanzar cada rincón de su cuerpo. Pero junto con este nuevo poder, también una incipiente maldad crecía en su interior de manera acelerada… Muchas veces el poder es el mejor nutriente para el pecado.
En poco tiempo su cuerpo se transformó en un reflejo de aquella vileza. Su rostro se desfiguró, su ira podía verse en sus terribles ojos, y en su cabeza dos brutales cuernos surgieron amenazantes; su piel se volvió de un rojo incandescente como el fuego y vivo, como la sangre misma; su cuerpo creció hasta alcanzar casi 30 pies de altura, y de su espalda surgieron dos espantosas alas.
“Demonio” fue el primer nombre que los hombres le dieron a este nuevo y poderoso ser que se enfrentaba abiertamente con sus dioses; pues nadie podía reconocer en él al ser humano que alguna vez supo ser su probo Rey.
A medida que se acrecentaba su fama recibió nuevos apodos o calificativos, que siempre denotaban la maldad del mismo, y así, lo llamaron también: “Señor Oscuro”, “Amo de las tinieblas”, “El traidor” y “El Vil”. Pero él también se dio a sí mismo un nuevo nombre, aunque éste nunca fue pronunciado por los hombres, quienes aún temen hacerlo.
Sacrílega vanidad.
Sin embargo, a pesar de todo el poder que había adquirido, rápidamente notó que carecía de ciertas facultades esenciales que poseía Gulfas Morgolock. Y una de estas facultades, y quizás la que más envidiaba de su mentor, era la de poder crear vida. Pues así como un hijo no puede engañar a un padre, ni un alumno a un maestro, y si bien Gulfas puso mucho poder en aquel árbol, supo guardar muy bien algunas de sus cualidades más importantes; y entonces el otrora Rey, sintiéndose engañado, lo odió aun más.
Desesperado frente al descubrimiento de esa inferioridad, y en su fiebre de poder, creyendo que con su astucia podría contrarrestar la desigualdad de poderes, fue al encuentro del gran Morgolock, dejando atrás todo buen pensamiento y dispuesto ya a enfrentarlo abiertamente en combate particular, para de ese modo ser el único señor y amo de toda la creación.
Una calurosa tarde de verano, el antiguo monarca, repleto de furia y maldad, se presentó ante su mentor, en las puertas mismas de su palacio y lo desafió públicamente a un enfrentamiento individual. La deidad quiso rehusar el reto e intentó una conciliación a través del diálogo, invitando a su oponente a su recinto para zanjar las diferencias. Pero el Demonio, indignado, comenzó el ataque con una violenta descarga de conjuros, cuyos destellos se pudieron divisar a varios kilómetros del lugar.
Pronto quedó en evidencia que no fue cauto el actuar del Señor Oscuro. Resultó fácil para el poderoso Gulfas repeler los fervientes ataques de su agresor. Mas sin perjuicio de ello, a pesar de lo breve de la contienda, fue tan intenso el combate que pocos de los presentes pudieron quedarse a ver el desenlace de la lucha, sin sufrir las consecuencias funestas de tanto poder mágico en pugna. Al terminar el duelo, pocos eran los testigos de la contundente victoria del demiurgo.
Y fue sólo gracias a la piedad del bondadoso Dios, y a la pena inconmensurable que le produjo ver en qué se había convertido su otrora criatura más virtuosa, que el Demonio aquella tarde pudo huir con vida del campo de batalla.
La venganza del Demonio.
Lejos de servirle como lección de humildad y sumisión, aquella derrota alimentó el odio y la sed de revancha de aquel devenido Demonio. Por lo que durante largos años planeó una nueva estrategia para poder culminar sus planes de aniquilar al gran Morgolock.
Pero esta vez, la experiencia vivida lo llevó a no caer en el mismo error de subestimar al Creador, y se valió de su creciente sagacidad para obrar con mayor cuidado y prudencia. Y así, cambiando –a través de sus malignos poderes- su horrenda apariencia, se apareció como un simple aldeano por las ciudades. Y de ese modo, evitando la aguda vista de Morgolock, quien vigilaba atentamente las ciudades tratando de encontrarlo, anduvo entre los hombres, y con mentiras y engaños tergiversó las historias y sembró desconfianza y rencor entre aquéllos, y a la vez logró desparramar la más terrible calumnia sobre su antiguo maestro, a quien acusó de haber asesinado al Rey de los hombres, consecuencia de los celos que sentía por aquellas criaturas (los humanos) que se perfeccionaban día a día.
Y no sólo ello, sino que esporádicamente, recobraba su apariencia de Demonio y asolaba a los humanos, y luego, volviendo a su disfraz mundano, cuestionaba la falta de protección del “gran Morgolock”, que permitía aquellos violentos ataques.
La cizaña sembrada por el despechado Demonio, lentamente fue dando sus pérfidos frutos, y muchos de los hombres de aquel entonces comenzaron a renegar a viva voz de su Dios. Sin embargo, otros tantos permanecieron fieles a su bienhechor, pero atento el tono agresivo que iba tomando aquella división, comprendieron que se aproximaban tiempos muy duros para aquellas tierras.
La diáspora dolorosa.
Triste entre los días fue aquel en que los partidarios del gran Morgolock, se vieron obligados a partir hacia las tierras del Norte.
Los infieles que el Demonio y su maldad habían atraído, exultados por su nuevo líder y cegados por una febril sed de sangre, cruzaron un límite sin retorno cuando tomaron brutalmente la vida de otros hombres, argumentando la defensa de supuestos ideales. Los que antes eran debates acalorados en tabernas y callejones de aldeas, pero mantenidos siempre dentro de una órbita de paz, dieron paso a una insensata masacre que tiñó de grana aquellos pacíficos caseríos.
Nadie olvidará jamás ese oscuro día en que comenzó aquel doliente éxodo. El mismo Morgolock debió organizar la peregrinación hacia tierras lejanas, una fría mañana de invierno.
Antes de que despuntara el alba, cobijados por la oscuridad, un contingente de millares de personas tomó los caminos inexplorados que confluían hacia el Norte. Los rostros eran de tristeza y dolor, y el silencio era ensordecedor.
A pesar de su estrepitoso triunfo, los planes del Demonio estaban lejos de concluir. Sin dudas no se detendría hasta destruir por completo a su adversario y a sus obstinados seguidores.
Y en aras de continuar con su trabajo, utilizó el poder –que poco a poco controlaba con más destreza– para quebrar los sellos que en otro tiempo Morgolock había creado, liberando, así, de las profundidades a peligrosas bestias, las que sometió a sus designios con facilidad. Fue por ese entonces que las tierras de Argentum se volvieron realmente hostiles a los hombres, y ya nadie que no estuviera dispuesto a enfrentarlas, abandonaba su hogar sin temor.
Con una verdadera legión a su servicio, el Demonio vio que era momento oportuno de declarar abiertamente la guerra contra todo aquél que no estuviese dispuesto a servirle, y mandó a derrumbar el altar que en otro tiempo se alzaba glorioso en el palacio de los hombres; y construyó allí un trono, imponente como aquel que ocupaba Morgolock en las tierras del Este.
La cavilación de un Dios y la isla de los elfos.
Mucho tiempo meditó Morgolock sobre lo sucedido con el “Árbol Blanco”, permaneciendo, en razón de ello, ausente ante los males que se desataban entre sus criaturas, pero al cabo de este tiempo supo finalmente cómo actuar.
Los más sabios aseguran que sintió la necesidad de enmendar su error, y que para ello decidió crear a los elfos, una nueva raza, aun más perfecta que los hombres mismos, e inmune al paso de los años y a la enfermedad, y les pidió a éstos que instruyeran a los hombres fieles de entonces en el arte de la magia y en el uso del arco y la espada.
A su vez, tomó un retoño del agonizante “Árbol Blanco” y lo plantó en una lejana isla, fuera del alcance del Demonio y al cuidado de los siempre vigilantes elfos, quienes sentaron allí su morada. Y fue así que nunca más huella alguna mancilló la tierra donde aquella poderosa planta crecía alta como su creador, ni nadie volvió a ser receptor del poder de Morgolock por su intermedio.
En cuanto a aquella isla, pocos hombres la han hallado por cuenta propia, y lo poco que se sabe de ella proviene de difusos relatos de aquellos quienes con la ayuda de los elfos han visitado el mágico lugar, pues un poderoso hado pende sobre sus costas y no hay tripulación mortal capaz de alcanzarla.
Los preparativos de la batalla.
Morgolock, viendo el gran despliegue de ejércitos que promovía el Demonio, entendió que una guerra era inminente, como también que sus seguidores no estaban listos para afrontarla, pues el tiempo apremiaba y mucho de lo que precisaba hacerse no estaba aún listo. Fue entonces que decidió despertar a los enanos… hijos de la tierra misma. Criaturas de pequeña estatura pero de físico robusto, que gracias a su organizada actividad eran capaces de horadar las montañas y dar forma a la piedra como ningún otro ser sobre la tierra.
Una vez que los enanos emergieron de su prolongado sueño, el buen Dios les encomendó construir armas y armaduras, cascos y escudos, y les pidió también que levantasen un fuerte en las tierras del Norte, pues las aldeas de los hombres no eran bastión lo suficientemente fuerte como para soportar los virulentos azotes que el Demonio podía asestar.
Pero esto último no pudo culminarse, porque antes de que los enanos terminasen su obra, el mal acechó nuevamente y Morgolock debió refugiar a todos los suyos tras los muros de su palacio, en las fértiles tierras del Este.
Previo a ello, el Demonio terminaría de consumar su vigoroso ejército, al pactar una alianza con los elfos oscuros. Estos poderosos seres, cuyo espíritu belicoso era tan fuerte como su ambición de poder, hicieron sentir al Señor de las Tinieblas, lo suficientemente fuerte como para atacar finalmente a Morgolock, en lo que él entendía iba a ser la batalla final, que definiría, de una vez por todas, quién sería el único e indiscutido señor de todas las tierras.
El sacrificio de la guerra.
Las fuerzas del gran Morgolock no estaban aún completamente agrupadas, cuando ante las puertas del gran Palacio nuevamente se presentó desafiante el Demonio, sólo que esta vez acompañado por sus terribles hordas. El más gigantesco ejército jamás reunido, compuesto no sólo por varios millares de hombres y enanos (unos seducidos por el poder y otros atrapados en su propia avaricia) y los temibles Drows o elfos oscuros, que atemorizaban por su solo aspecto maligno, sino que también estaban, entre aquella terrible hueste, las horrendas criaturas rescatadas por el villano de los cadalsos subterráneos impuestos antiguamente por el buen demiurgo. La imagen que mostraba aquella oscura legión, era de verdad aterradora.
Pero los humanos fieles estaban allí para hacer frente a aquel batallón maligno. Los más valientes guerreros que habían permanecido al amparo de Gulfas, se encontraban reunidos frente al Palacio, dispuestos a dar la vida si fuese necesario para evitar que el maligno derrotase a su Dios y tomase el poder en sus tierras.
Y no estaban solos… junto a ellos se agrupaban los más feroces guerreros que la raza enana había engendrado, y aquellos valientes enanos –que amaban crear pero no así atesorar– también estaban dispuestos a derramar su espesa sangre para mantener el orden y la paz en la tierra.
Estas pequeñas criaturas, unidos y en formación de batalla, miraban con sorna y entre medio de risotadas a las huestes demoníacas, pues era tan grande su orgullo y su altanería, que hasta en aquellas situaciones tan dramáticas se mofaban de sus contrincantes.
Eso sí, faltaban llegar las tropas de los elfos, que se sabía estaban en camino, mas todavía no aparecían por aquella región… y esto preocupaba enormemente no sólo al ejército del bien, sino también al mismo Morgolock.
El poder del Demonio era evidente que había crecido en enorme medida, y eso se reflejaba en sus tropas, que se mostraban seguras de su superioridad, haciendo caso omiso a las insolentes provocaciones de los enanos.
De entre medio de las tropas oscuras, apareció, magnificado en un gran carruaje, el Demonio; quien lentamente y con gesto triunfal se adelantó hasta el centro del terreno que separaba las tropas, y exultó a Morgolock a que se rinda y entregue, para evitar de ese modo una masacre innecesaria.
Por su parte, Morgolock, que veía que los elfos no iban a llegar a tiempo para evitar una cruenta derrota, caviló ante la propuesta de su adversario, pensando que quizás no hiciese falta sacrificar tantas vidas… Pero no tuvo tiempo a reaccionar cuando un hacha salió violentamente despedida –desde el sector donde estaban la cuadrillas de elite de las tropas enanas– en dirección al mismísimo Demonio, que de no ser por la oportuna intervención de uno de sus lanceros (quien desvió la trayectoria del hacha de un lanzazo) hubiese sido despedazado por aquel improvisado proyectil.
Esta provocación irreverente no sólo fastidió al Demonio, sino que también en cierta medida lo atemorizó, motivo por el cual, sin pensarlo, con un desgarrador alarido gutural, dio la orden de ataque.
Como una gigante bestia reptante que de pronto se despierta, las hordas del mal comenzaron su despliegue asolador... La batalla había comenzado.
Todo era estruendo, grito, polvo, sangre y rechinar de espadas. Los magos lanzaban sus más terribles conjuros y los guerreros avanzaban violentamente con sus gigantescas armas hacia ellos para evitar sus sortilegios. Los druidas utilizaban nerviosamente sus secretos para provocar bajas enemigas. Los paladines guerreaban santamente entre medio de plegarias fervientes. Los bardos entonaban canciones de guerra que fortalecían el espíritu de las tropas, mientras blandían sus armas ferozmente.
A pesar de la increíble valentía de las tropas del bondadoso Morgolock, rápidamente las huestes demoníacas se mostraron mejor posicionadas en el combate, y comenzaron a hacer verdadero daño en las filas de sus contrincantes. Decenas de valientes enanos –quienes habían tomado, rápida y deliberadamente, las primeras líneas del combate– sucumbían frente al enemigo.
Pronto el palacio de Morgolock fue tomado por el enemigo, y sus altas torres y amplios salones, quedaron destruidos casi por completo. Con tanta violencia arrasaba la horda demoníaca, que hasta la fértil tierra que allí había se tornó, en cuestión de segundos, estéril y árida… Tanto, que mucha de ella, tiempo después, quedaría directamente sumergida bajo las aguas, por la dura presión sufrida.
El mal estaba a escasos minutos de una victoria avasallante. Por más aguerridos que fuesen y por más bien que combatiesen, las tropas de Gulfas no podrían resistir mucho tiempo más.
Pero de pronto, el cielo se ensombreció sobre las filas del Demonio… miles de flechas comenzaron a llover sobre las sorprendidas tropas de retaguardia, que estaban más distraídas festejando la inminente victoria que atentas al combate que todavía se sucedía con bravura en el frente de batalla. Los elfos habían llegado.
El ataque élfico por la retaguardia fue tan veloz y contundente, que pronto reinó el desconcierto en las filas oscuras, lo cual provocó una resurrección anímica en las tropas leales a Morgolock, que todavía resistían valientemente en el frente. Éstas, reanimadas, comenzaron a hacer retroceder a sus contrincantes. El rumbo de la contienda parecía repentinamente virar…
Esto enfureció tanto al Demonio, que decidió tomar cartas personalmente en el asunto. Se le escuchó lanzar un feroz rugido y al segundo se había transfigurado, creciendo de tamaño notablemente y adquiriendo un aspecto aterrador. Comenzó a atacar a las tropas rivales vehementemente; con violentos golpes de su espada hacía volar una veintena de guerreros, y con los inauditos conjuros que lanzaba derribaba formaciones enteras.
Nuevamente la balanza se inclinaba para el lado de las huestes del Demonio. Pero Morgolock no podía permitir eso, y fue así que tomó una dura decisión. Utilizando todo su poder, abandonó su forma física, y transformado en un espectro resplandeciente atacó directamente al demonio con una brutalidad y un poderío jamás vistos.
Y de ese modo, logró en un instante derrotar y confinar al Demonio más allá del tiempo y el espacio.
Fue aquélla la última vez que un ojo mortal pudo ver al gran Gulfas Morgolock, y es por eso que los hombres nunca han sabido entender completamente el desenlace final de aquella cruenta batalla. Sin embargo, su sacrificio no fue en vano, ya que el Demonio quedó encerrado en la oscuridad del averno, donde sólo sus más poderosos sirvientes pueden entrar o salir, y largo tiempo pasó hasta que éstos lograran hallarlo.
El comienzo de un nuevo mundo.
Si bien la batalla terminó en victoria para los fieles, el precio a pagar fue más alto de lo que éstos hubieran imaginado. Muchos seguidores del Demonio huyeron y se refugiaron al Sur, terminando de corromper por siempre la primer morada de los hombres. Las criaturas que el demonio había liberado, ya fuera de la influencia de su oscuro amo, moraron según su voluntad y se multiplicaron por las tierras del Argentum, aunque muchas de ellas regresaron a sus antiguos recintos subterráneos (que el creador antaño había construido para retenerlas) y se aferraron a ellos para no salir nunca más.
Los fieles entre los hombres partieron al Norte, lejos de todo aquello que les hiciera recordar la cruenta batalla acaecida y a quienes habían perdido en ella. Pero concientes de que el mal no les daría descanso por mucho tiempo, continuaron los trabajos que Morgolock y los enanos habían comenzado, y un lujoso palacio, de anchos muros, surgiría en el Norte, para oponerse a las oscuras fuerzas que se proliferaban al Sur.
Los enanos, por su parte, decidieron regresar a sus vidas, lejos de las batallas de los hombres. Varias fueron las montañas, hermosas a sus ojos, donde decidieron construir sus recintos. Y evitando la llegada de visitantes indeseados, cavaron profundas y amplias cuevas donde vivirían durante años sin la necesidad de salir al exterior. Con reforzados portales, los enanos olvidaron por mucho tiempo los problemas del mundo y se dedicaron a explorar los secretos que las tierras de Argentum guardan bajo su superficie.
Con la partida de Morgolock los elfos abandonaron la gran isla y se retiraron para cumplir la misión más importante que aquél les había encomendado, proteger el retoño de su árbol, que aún crecía inmaculado y lejos de oscuras manos.
Los elfos oscuros, sobrevivientes de la batalla, regresaron al fondo de sus moradas subterráneas, donde continuaron sus estudios en artes extrañas, aumentando su poder y masticando un odio que aún los tiene alertas en la búsqueda de una venganza. Los drows que todavía vagan por las tierras, es el día de hoy que tienen que afrontar un difícil camino, pues aquéllos que han querido redimirse, han tenido que enfrentar culpas y prejuicios, y pocos son los que no los discriminan, olvidando los viejos rencores.
Sin embargo, éstas no son las únicas criaturas que han poblado las tierras de Argentum desde aquel entonces, porque varios años después de aquella batalla, una nueva raza surgió y comenzó a poblar la gran isla, sin que nadie en su momento haya podido comprender bien cómo ni cuándo aparecieron.
Estamos hablando de los gnomos… Pequeñas criaturas, cuyas primeras aldeas que se les conocieron se encontraron en las tierras donde una vez estuvieron los bastos jardines de Morgolock. Desde cuándo habitan allí nadie lo sabe, y los gnomos mismos jamás han sido claros para explicarlo. Y lo poco que se conoce de estas pícaras e intrépidas criaturas es su habilidad para la magia, la cual aprenden a dominar con una sorprendente facilidad. Tanto, que muchos creen que de alguna manera la arcana magia de Morgolock vive aún en estas encantadas criaturas.
Epílogo. La versión élfica.
Los elfos saben mucho de lo que es y lo que fue, pues son fríos a la hora de pensar o juzgar lo que ante ellos sucede y jamás olvidan algo que sus ojos han visto. Pocas veces han hablado a los hombres sobre las verdades del mundo, pues no malgastan sus palabras con aquellos que no desean oír.
Sin embargo, saben que gran parte de la historia que los humanos cuentan es producto de la fábula y el desconocimiento. Aunque durante mucho tiempo han mantenido el silencio al escucharlas, ya sea para evitar discusiones que presumen inútiles, como así también para no revelar secretos que no deben ser profanados.
Los sabios entre los elfos, han registrado con certeza los acontecimientos del mundo y han sabido guardar bien sus escritos a través de los siglos, evitando que cayeran en malas manos.
Se dice en éstos, que no fue Morgolock quien creó a los humanos, sino que simplemente acudió a las tierras de Argentum –a la que los elfos llaman “Tyëlendor”– con la intención de preparar todo para la llegada de los hombres, deseoso de estar presente en la hora en que éstos despertasen, pues era una raza a la que las antiguas profecías le daban un papel predominante.
Antes de la llegada de los hombres, muchas de las criaturas que habitaban en la isla eran salvajes, y Morgolock temió que en este inhóspito ambiente los primeros hombres –indefensos aún– encontraran la muerte ante tanto peligro. Por lo cual, construyó mansiones bajo la tierra, y las aisló allí para proteger la ansiada llegada de los hombres.
Tampoco los elfos se consideran, ellos mismos, obra de Morgolock, pues mucho tiempo llevaban en el mundo, incluso mucho antes de que los humanos vieran la luz del día.
Según cuentan, arribaron en sus hermosas naves a las costas de Argentum en el momento adecuado… Si respondían al llamado de Morgolock o la tierra misma los guió a donde se los necesitaba, es un secreto que ellos no han revelado aún.
Muchas veces los humanos han hablado de cómo Morgolock creó a los audaces enanos, pero entre los elfos otros son los relatos que se cuentan al respecto. Para ellos, el padre de la raza enana no es otro que el hábil “Moradin”, a quienes algunos llaman “Mahal”, amo y señor de la forja; y quien en un lejano pasado los habría sumido en un largo letargo, a la espera de la hora adecuada para ser despertados.
Si fue la intención de Morgolock hacerlo, quitándolos así de su somnolencia, no es algo que haya sido aclarado. Pues mientras unos piensan que esto fue así, otros creen que en realidad fueron los temblores que sobrevinieron a su pelea con el Demonio, lo que realmente los trajo en sí nuevamente.
De ser así, al parecer, algunos de los enanos han perdonado que los estruendos de aquella primera batalla entre Gulfas y el Demonio, los haya despertado antes de la hora que su padre les había designado, y que además los obligaran a enfrentar un enemigo que no les correspondía.
Pero otros han hecho de esto un verdadero resentimiento, y piensan que de no haber sido así, ellos hubiesen despertado en una época maravillosa, donde sólo deberían usar sus mazas para trabajar la piedra, en lugar de arriesgar sus vidas en demenciales batallas.
Se narra también, en estos sabios escritos, que en realidad Morgolock no permitió la traición del Rey de los hombres por vanidad o negligencia, sino porque así estaba escrito y porque además sintió la curiosidad de poner a prueba a los hombres y ver de qué eran capaces ante tal situación.
Aseguran que las intenciones de Morgolock siempre habían sido nobles, pues tan sólo deseaba iluminar a los hombres y enseñarles acerca del mundo que los rodeaba, pero que descubrió tarde que algunas cosas sólo responden a los designios del más alto… un Dios supremo, a quien los elfos muchas veces nombran, el padre de todos. Asimismo aseveran, que también descubrió que no sólo trajo a los hombres la luz del conocimiento, sino que sin saberlo les hizo a la vez un daño, dándoles la oportunidad de despertar el temor y la envidia, padres de males mayores.
Sin embargo, aunque los hombres piensan que Morgolock los abandonó, los elfos saben que realizó su gran sacrificio para resarcir en cierto modo su error, y aunque su forma física no sea visible, su espíritu aún está presente en las tierras del Argentum y es la fuerza que confina al Demonio en su oscura prisión.
Anales de los Elfos Oscuros.
Otro de los misterios, que aparentemente encuentra una respuesta –diferente a la que circula entre los humanos– en las bibliotecas secretas de los elfos, es el de la aparición de los elfos oscuros.
Allí se dice que de la perfección de su raza se dio a luz a una nueva no tan perfecta. Y que ello sucedió en tiempos remotos, cuando los elfos comenzaron a practicar nuevas magias que parecían revolucionar el arte legendario. Estas nuevas magias eran superiores a todo poder conocido hasta entonces por los elfos, y comenzaron a aparecer elfos mágicos, que rendían culto a una nueva Diosa, quien pedía a sus seguidores extraños ritos y sacrificios.
Aunque con el tiempo esta magia fue declarada maligna y destructiva por los mismos elfos, algunos enceguecidos por su poder siguieron practicándola, creando de este modo rencor y enemistad en el apacible pueblo. Aquellos elfos quienes practicaron esta magia fueron finalmente perseguidos y desterrados. Expulsados de los bosques en donde habían habitado durante toda su existencia, emprendieron un largo viaje hacia las tierras del Este, ubicándose en unas oscuras cuevas que se habían formado misteriosamente en el interior de unos islotes lejanos.
Estos elfos centraron su poder en la ira y el rencor hacia sus antiguos hermanos, su expulsión mucho tuvo que ver, y su poder se acrecentó mediante cultos y ofrendas hacia su nueva Diosa, a quien cada vez seguían con más devoción.
Fue sólo cuestión de tiempo para que el Demonio encontrase a este pueblo desterrado y utilizase aquel resentimiento que cobijaban, en su propio beneficio. Aunque en un principio el pueblo se mostró reacio a obedecer al Demonio, fue su siniestra Diosa quien, traicionando a sus súbditos, terminó de forjar la alianza demoníaca, pactando con el Señor Oscuro, una serie de favores que luego de la victoria éste debería concederle, para aumentar el número de sus seguidores.
El Demonio, vil y austero en palabras, prometió a estos elfos mayor poder en sus conjuros, mayor fuerza en su intelecto, y también proclamó guerras y maldiciones para con los elfos de los bosques.
Utilizando su oscuro poder, el Demonio poco a poco corrompió a los elfos desterrados. Y finalmente, para lograr atarlos a su voluntad, hizo beber a cada uno de ellos de su sangre. Y fue entonces que en esos elfos se produjeron muchos cambios, porque a medida que su corazón se ennegrecía, con él también se ennegrecía su piel, se aclaraban sus cabellos y se encendían sus ojos. La ira que llevaban dentro, potenciada por este diabólico pacto de sangre, los hizo notoriamente más fuertes, pero a la vez enturbió sus mentes y se volvieron menos sagaces de lo que una vez fueron. “Drows” fue el nombre que el Demonio le dio a esta nueva raza, pero muchos les llamaron “elfos oscuros”.
Sin embargo, no todos los elfos oscuros se sometieron a este humillante pacto fraguado en maldad. Alzados en una violenta rebelión, contra la Diosa y su nuevo aliado siniestro, que fue liderada por "Calyrr" (un valiente elfo oscuro, quien arrepentido de sus actos de antaño decidió revertir la situación), una gran cantidad de Drows lograron huir de su pueblo, y escapar hacia la agreste libertad de lejanos bosques inhabitados, en los cuales se establecieron pacíficamente y todavía hoy se los puede ver transitar callados, sombríos y valientes.
"Ten viajero, ahora ya sabes de los comienzos de Argentum, acepta este ropaje, estas bebidas y manzanas. Ahora toma tus cosas y emprende viaje, un nuevo mundo está aguardándote, hazte de amigos y ¡Ten cuidado!, vive una nueva gran aventura en las fantásticas tierras de este mundo, al cual llaman ARGENTUM."
- RelojitoNivel 0
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Re: Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Jue 23 Dic 2010, 07:59
Muy Bueno ^^
- OtelooNivel 5
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Re: Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Jue 23 Dic 2010, 13:22
Medio largo,, pero esta bueno
Salu2
Salu2
- InvitadoInvitado
Re: Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Jue 30 Dic 2010, 01:55
Esta linda, no termine de leer, me quede en
Si la hiciste vos te felicito.
El Demonio, vil y austero en palabras, prometió a estos elfos mayor poder en sus conjuros, mayor fuerza en su intelecto, y también proclamó guerras y maldiciones para con los elfos de los bosques.
Si la hiciste vos te felicito.
- mixtNivel 10
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Re: Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Jue 30 Dic 2010, 22:01
Muy buena la historia
- NansheNivel Máximo
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Re: Leyenda Del Argentum Online.. Pasen y leean
Vie 31 Dic 2010, 01:47
Esto es un Super Re-Post. Busca el anterior y revívelo.
Igual no es de tu autoría y no dejaste fuente.
CERRADO
Saludos
Nanshe
Igual no es de tu autoría y no dejaste fuente.
CERRADO
Saludos
Nanshe
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