Hachas plateadas, parte I

Lun 24 Feb 2014, 13:02

Hachas plateadas

Ni leyendas ni pergaminos. Ni héroes ni dioses. Ni historias ni canciones. Ni vengadores ni asesinos. Os contaré lo que fuimos y seremos hasta el fin de los tiempos. Os contaré, la historia de los hachas plateadas, guerreros que sólo sirvieron a la justicia.

Corría una guerra que había comenzado con escaramuzas mínimas. Lo que habían sido riñas regulares se había convertido en una batalla encarnizada. Mercenarios, asesinos y ladrones descocían su sed de sangre y la codicia por el oro sobre pescadores y herreros, padres e hijos. La ciudad pesquera se vio en cenizas al poco tiempo y la desolación llevó a más de una familia a huir hacia tierras al norte. Un muchacho huyó tras la muerte de sus padres, huyó hacia las tierras del rey con deseos de dar justicia a un mundo decadente. El muchacho se volvió hombre y las hazañas en batalla le acompañaron hasta la hora de su muerte, cuando una flecha perforó su noble corazón. Los años pasaron pero la lápida de piedra en su ciudad natal da valor y deseos de grandeza a quienes la voluntad se les acaba.
-Algún día seré tan valiente y majestuoso como tú abuelo.- Dijo Grouthen arrojando violetas, que representan la confianza y la lealtad, sobre la tumba. –Haré que se recupere tu gloria, lo prometo.-
Pues claro, en tiempo de calma, los héroes de guerra pasan desapercibidos, y eso había pasado con el majestuoso Altair. Su gloria había ido desvaneciéndose con las décadas y su recuerdo se había ya casi extinto. El máximo héroe de la ciudad pesquera y uno de los soldados más amados del rey, se encontraba ya sin pena ni gloria.

Grouthen había crecido envuelto en historias y alabanzas sobre el coraje de su bisabuelo, y le afligía el corazón ver como esas historias ya no se contaban. Las canciones sobre Altair no eran cantadas, y su tumba no se visitaba como en antaño. Como ya les he dicho, en tiempo pacíficos las espadas son guardadas bajo llave. Pero la tormenta no tardaría en llegar.

El silencio cubrió los senderos de la ciudad, abordó las casas y hasta los oídos de cada ciudadano. Hay silencios que puedes untarlos en un par, y este era más denso aún que aquellos silencios espesos. El aire era áspero, costaba respirar, los oídos de Grouthen latían por la presión.
-¡Corred! ¡Corred todos!- Se oyó el grito de un hombre desesperado que corría por los caminos de la ciudad. El silencio ayudó a que las palabras se ahuecaran e hicieran eco recorriendo cada pared y cada alma.
Grouthen corrió fuera de su hogar para lograr ver como las murallas que protegían Nix cedían y se desmoronaban. Tras ellas, los huesos de soldados ya muertos se habían elevado de sus tumbas guiados por las ansias de destrucción. Un frente de cuerpos sin carne y soldados podridos no-muertos salía del polvo ejecutando a hombres y mujeres con sus oxidadas y maltrechas espadas. No diré que Grouthen blandió su espada y aniquiló a cada monstruo hostil allí, porque mentiría. El joven, no tan joven con sus veintiún años, se paralizó. El miedo le congeló los nervios, las piernas le pesaron como el plomo y los brazos se le entumecieron.
Pescadores, herreros, carpinteros y comerciantes defendieron la ciudad como pudieron, pero no es lo mismo una caña y un martillo que un hacha de combate. Uno a uno, los cadáveres fueron colmando los ojos de Grouthen. Las lágrimas quisieron borrar esas crueles imágenes, como si se quisieran sacar una astilla, pero era en vano. Imágenes como aquellas, contemplar una masacre, y no mover ni un músculo, no se olvidan en la vida. Son pesadillas que siguen a pesar de estar despierto.
Grouthen solo atino a coordinar sus piernas para que pudieran correr, dejando atrás la ciudad y las personas que amaba.

Durante días, quizá meses, la vergüenza lo apuñaló, se le clavaba en la espina y le cortaba la respiración y le hacía doler el pecho. ¿Qué hubiera hecho Altair ante aquella situación? Su bisabuelo había pasado por algo similar, pero siendo aún más joven. Altair no había huido, había sobrevivido para buscar ayuda del rey. Grouthen tan sólo había corrido dando la espalda a aquella masacre. No podía pisar ciudad alguna, no con tanto deshonor colgando sobre sus hombros, y lo sabía. No sería bien recibido, el no era Altair, por lo que vivió durante varios meses en los bosques, cazando jabalíes y conejos. Se alejó lo más que pudo de su ciudad, siempre dirigiéndose hacia el oeste, hasta dar con una pequeña choza hecha de madera de roble.

Iré subiendo las demás parte a medida que las desarrolle. Saludos!

Spoiler:

Lun 24 Feb 2014, 14:25

Me encanto!, espero la segunda parte!

Lun 24 Feb 2014, 14:37

Muy Bueno La Historia Espero La Segunda parte

Lun 24 Feb 2014, 16:40

Buenisima

Lun 24 Feb 2014, 21:00

Gracias, quizás mañana suba la segunda parte.

Mar 25 Feb 2014, 03:22

Muy buen relato

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