Leyendas. Nix vs Arghal

Desde lo ocurrido con Ronald Hutson y la enfermedad de Lord Thek, pasó un tiempo importante. Tras haber sufrido distintos robos (que se creían que estaban organizados por sus respectivos enemigos), ambas facciones, se encontraban en un momento de tensión a punto de explotar. Los Caóticos acusaban a los Ciudadanos de haberles robado la Cruz del Sacrificio, y asimismo los Ciudadanos denunciaban y aseveraban que el robo de sus ocho copas de plata era obra de los Malignos.

La situación, que siempre fue de guerra y odio, pedía a gritos una demostración de valores para ensañar estos distintos robos, que si bien, no fueron obra ni de uno ni de otros, sino de un grupo de mercenarios neutrales, rebeldes de toda facción, piratas del mar, que se encargaron de robar los tesoros de ambas facciones, y ellas sin tener información suficiente, acusaron a sus enemigos eternos como primer medida. Así, el Rey de Banderbill comunicó al Rey de Nix, Hameck, que la guerra era inminente y que desde la ciudad de Nix habría que defender a la facción. Algo parecido ocurrió con los Caóticos, cuando su líder Lord Thek en persona, se apareció en la plaza de Arghal y anunció a sus guerreros que debían atacar la ciudad de Nix hasta que esta ardiera en llamas.

Ambas facciones se agruparían en distintos pelotones, divididos en ataque y defensa. Estos grupos se organizaron mediante una invitación formal de los líderes de cada facción, y cada luchador que se sintiese honorable (según los miembros de la Alianza) o despiadado (para los seguidores de Lord Thek), se anotó para formar parte de ellos. Los mismos eran comandados por sus Oficiales, quienes eran encargados de ordenarlos para un plan en común.

La batalla tuvo día y hora pactada, aunque la naturaleza sabia ya la preveía. Vientos huracanados hacían crujir los árboles, el suelo se cubrió de hojas, los animales se refugiaron y fuertes tormentas azotaban el mar que descargaba sus olas sobre la costa. Para esta fecha, grandes trabajadores pusieron su sacrificio en pro de su facción. Forjaron escudos de madera y hierro, arcos y flechas, espadas y cascos, armaduras y túnicas, todos hechos a pulmón con el esfuerzo y la dedicación de laboriosas manos. A cada valeroso luchador se le pudo entregar un armamento para utilizar en combate, ya que la necesidad era imperiosa, una de las guerras más grandes de estas tierras estaban por comenzar: dos ciudades de las más importantes de las Tierras del Fénix se medirían en combate.

Y así fue. Ambas facciones reunidas en posición, los que defendían dentro de su ciudad, y los que atacaban en las inmediaciones de la ciudad enemiga, esperando por el llamado de los Dioses a comenzar la guerra. Los Dioses una vez más se hicieron presentes para ser testigos de esta batalla legendaria, y una vez que dieron comienzo, su accionar solo pasó por el deleitar de los caballeros que hundían espadas y de los hechiceros que lanzaban conjuros. Los pelotones de defensa, esperaban por los ataques enemigos. Los Ciudadanos debían asesinar al Capitán Lorkk y los Caóticos al Almirante Desnear. Los ataques se dieron en simultáneo, ambas ciudades recibieron una oleada enemiga en busca de acabar con la vida de los comandantes. Los Caóticos atacaron la ciudad de Nix por agua en el Oeste, y por tierra al Este. Algunos se atrevieron a pasar por las Catacumbas, sorprendiendo y entrando directamente en el centro de la ciudad de Nix. Los más valientes pudieron sobrellevar la situación ya que la defensa en esa zona estaba dividida y lograron llegar hasta el Palacio Real, donde ahí se llevaron una sorpresa no muy grata. Dentro del Palacio, donde habitaba el Almirante Desnear, se encontraban Ciudadanos que cuadruplicaban en número a los enemigos, Ciudadanos trabajadores que por primera vez empuñaban la espada, los un poco experimentados y los pertenecientes a los pelotones, todos juntos dieron un rápido exterminio de la oleada Criminal que apenas pudo dañar las vestimentas del Almirante.

Misma impericia, parecían sufrir los Caóticos en su ciudad natal, donde los Ciudadanos a fuerza de empuje de los guerreros y a los golpes certeros a distancia de los arqueros se fueron abriendo paso por el desierto de Arghal logrando entrar en la ciudad y controlarla. Las fuerzas Caóticas no alcanzaron para defender semejante poderío y los pelotones encargados del ataque se vieron obligados a volverse a dividir y defender a su ciudad. Esto no alcanzó, ya que el Capitán Lorkk estaba muy debilitado. Había sufrido el embate de numerosos enemigos que quisieron cortarle la cabeza. Mientras tanto en la Ciudad de Nix la cuestión estaba bastante tranquila, solo algunos Caóticos tenían el valor de enfrentarse al Ejército más numerosos jamás antes visto, pero fueron aniquilados velozmente. Hasta que en la Ciudad de Arghal, la vida del Capitán llegaba a su fin, lanzó una última bocanada de aire y recibió el golpe final. Un estruendo se escuchó en la ciudad de Arghal, el alma se dirigió al mismísimo Templo de Lord Thek para ser resguardada por la eternidad. Esto significó la victoria de la Alianza en tierras del Caos, un hecho histórico. Los combatientes solo tenían fuerzas para abrazarse y a grito de victoria decir: “¡Viva el Rey!”. Los Caóticos resignados, echaron a los Ciudadanos de su ciudad a la fuerza, junto con sus Guardias. En la Ciudad de Nix, se sentía un alivio y una algarabía sin igual. El combate allí no había sido tan intenso, por lo que aún sobraban fuerzas para una invasión que realizaron los dioses, lanzando criaturas mitológicas al centro de la Ciudad.

Una vez vuelta la paz y la tranquilidad, el silencio se hizo presente y a lo lejos se escuchaban tambores resonar. Los Ciudadanos de Nix se miraron unos a otros desorbitados, creyendo que las Tropas del Caos venían al ataque. Pero rápidamente oyeron el cuerno Real, anunciando la venida de la caballería. Inmediatamente las puertas de Nix fueron abiertas: el mismísimo Rey de Banderbill en persona venía junto con un Ejército de Guardias a hacerse presente a la Ciudad de Nix. Traía un regalo por semejante demostración de valentía, premió a los Reales con Guardias dispersados por las zonas aledañas a Nix, las cuales antes eran tierra de nadie, propensa a las criminalidades. Así, una vez más, los Ciudadanos celebraron en la pequeña taberna, y dieron culto a su Rey a grito de “¡Larga vida a nuestro Rey!”

Fuente:

http://ao.3dgames.com.ar/Html/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&artid=25

Esta buena.