Bueno, viendo que el server está caído, aprovecho para dejarles les la segunda parte.
Para el colgado que no leyó la primera parte de mi historia, puede leerla haciendo click aquí (si no la lees, es muy probable que no entiendas NADA).
(Continúa...)
- No, ¡Te juro que no se de que me hablas! - Contestó su madre a los gritos.
- Ah ¿No?, ¡mentirosa! - se escucho de nuevo la voz del hombre seguido de unos ruidosos ecos.
- ¡Espera!, no la mates... no tan rápido. - Dijo una segunda voz, una voz, la cual sonaba un poco más joven que la anterior - Que sea en público, ¡Por traidora!.
Mientras escuchaba esto, Parsyk lentamente se acercaba cada vez más a la puerta. Una vez al lado, la empezó a empujar despacio, para que no chillase. Parsyk, la abrió lo suficiente como para asomar la cabeza. Miró adentro. Sus ojos no podían creer lo que veían...
- ¡Les juro que no sé nada! - Gritaba su madre - ¡No sé nada!
- ¡Calla! - Dijo un hombre al mismo tiempo que la abofeteaba.
Parsyk pudo ver a su madre atada en su silla, junto a ella, dos hombres. Parsyk pudo deducir que eran seguidores del rey posiblemente, por las insignias que llevaban. Los hombres le gritaban abofeteándola. La madre sangraba. El charco de sangre bajo la silla se agrandaba con la gotera de proveniente de su nariz. Sus ojos morados de golpes, vieron hacia la puerta. Ella lo vio; Gresyk vio a su hijo en la puerta, asomando la cabeza. Rápidamente, dirigió la vista hacia abajo. No quería delatarlo.
- Apúrate, llevémosla con el rey, la quiere con vida - dijo el hombre más joven mientras desataba a su madre.
- Tienes razón Agrippa - Contestó el otro.
Agrippa, Agrippa, Agrippa... Repetía la mente de Parsyk para intentar memorizar el nombre.
- ¡Vamos, de pie! - dijo Agrippa, levantando a Gresyk del cuello.
Parsyk corrió y saltó hacia el jardín por la ventana más cercana, para esconderse. Se agachó bajo un arbusto. Las gotas de lluvia golpeaban reiterativa mente su cabeza.
¿Que hago? ¿Con quién voy? ¿Que está pasando? Miles de preguntas se le cruzaban por la mente al muchacho; inseguro de que hacer, decidió seguir a los hombres. Se puso de pie, camino hacia la puerta de entrada y se agacho tras un jarrón que encontró. Miraba fijamente la puerta de su casa, esperando movimiento. Se abrió la puerta principal de su casa, salieron los dos hombres, encapuchados, y su madre, con las manos atadas. Empezaron a caminar bajo la lluvia, su madre, con la cabeza a gachas, pensaba que habría sucedido con su hijo, quien vio en el momento cuando la abofeteaban.
Los hombres empezaron a caminar más rápido, tironeando a su madre. Trotaron. Corrieron. Su madre, arrastrada prácticamente, iba trastabillando tras ellos. Parsyk, quién seguía a su madre, no perdía de vista ni un solo detalle; Ágil, Rápido y silencioso como un gato, corria escondiéndose, para no ser visto. Los hombre se paran frente a una carreta. Su madre, cae de bruces al piso, cortándose el labio. Los negros caballos atados a la carreta relinchaban. Parsyk vio como su madre fue alzada y tirada dentro de la carreta. Los hombres se subieron en la parte delantera. Parsyk corrió y se agarró a la baranda trasera del vehículo.
- ¡Eea! ¡Eea! - Se escuchó al compañero de Agrippa, dándoles la orden a los caballos.
Parsyk, aferrado a la baranda, con los pies en el suelo, iba corriendo tras la carreta, dando saltos debes en cuando para intentar cansarse lo menos posible.
¿A dónde irán? pensaba Parsyk, ¿Irán con el rey?
Luego de unos minutos corriendo tras la carreta, con sus pies entumecidos y sus manos adoloridas, Parsyk, dejó de sentir el cuerpo, los músculos le fallaban, No le reaccionaban. Los pies dejaron de correr pero sus manos no se soltaron. Parsyk miraba sus pies, ensangrentados, eran arrastrados a toda velocidad sobre las calles rocosas. Parsyk, en sus últimos intentos de controlar sus pies, divisó entre la espesa niebla, la torre del castillo del rey Tancredo.
Sus manos astilladas comenzaban a sangrar, la baranda de la cual estaba sujeto empezó a vibrar, parecía que se soltase. Parsyk, rogando para que la baranda aguantase su peso miraba el camino y veía sus pies, los que ya no sentía de tantos golpes. El pobre muchacho alcanzó a ver la estela de sangre que dejaban sus pies ensangrentados, sus sandalias rotas, dejaron un camino de pequeños trozos de cuero que se soltaban de las mismas. El muchacho no soportaba más el dolor en sus pies.
La baranda que le daba el apoyo, comenzaba a vibrar cada vez más, los tornillos de cada lado, empezaban a salirse de su lugar, lentamente. Parsyk le oraba a los dioses porque la baranda resistiese hasta llegar a destino; una caída a esa velocidad, iba a doler. Los dioses parecieron escuchar las plegarias del muchacho, y los tornillos de la baranda dejaron de salirse con cada salto. La baranda estaba floja, pero el peso del muchacho no era el suficiente para sacarla de quicio. La baranda astillada, se trisó con un sonido chillante. La fortuna de Parsyk cada vez se extendía más. A medida que pasaba el tiempo colgado, la baranda desistía más y más, estaba al borde de quebrarse.
¡Crac!, un sonido seco se escuchó, y al instante correspondiente, el muchacho se encontraba dando vueltas por el piso. Parsyk, con las piernas tullidas, se sentó en el piso, y juntando agua de un charco, se limpió la sangre de la cara y se lavó los pies rápidamente; Desató lo que quedaban de sus sandalias y las tiró al suelo. Poniendose de pie a duras penas, el muchacho corrió tambaleante tras la carreta hacia el castillo.
Cada paso que daba, creía desmayarse del dolor, pero el amor por su madre, no lo dejaba desistir. Así fue cómo Parsyk fue dejado atrás por la carreta, hasta que en las afueras del castillo, la misma frenó, y de ella descendieron los dos hombres con su madre.
La lluvia dejó de caer, y un arco iris se formó entre las oscuras nubes que se alejaban. Las ráfagas de viento comenzaron a golpear la piel.
Parsyk, habilidosa mente, se fue escabullendo por los rincones mas insólitos, siguiendo de cerca a su madre.
Los hombres entraron junto con su madre por la puerta principal del castillo, vigilada por dos armados guardias. El chico pudo ver como su madre era arrastrada hacia adentro del gran edificio, cuando las puertas principales fueron cerrados bruscamente por los guardias. Parsyk, quien tenia una gran inteligencia y astucia, se dirigió hacia la ventana más cercana, por donde, de un salto grande, y un poco de habilidad para trepar, consiguió caer de espaldas dentro del castillo de Tancredo.
Me cansé de escribir y espesaron a escasearme las ideas, después les dejaré el resto de la historia, cuando esté más inspirado (?
Por otra parte me gustaría que comenten que les pareció, así lo mejoro (si hace falta). Si veo que tiene éxito, en una de esas me animo y saco el libro edición 'historias roleras' (?.
Suerte y gracias por leer.
PARSYK